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El indomable John Berger

El indomable John Berger

«Cuando una causa justa es derrotada, cuando se humilla a los valientes, cuando se trata a los hombres probados en el fondo y en la boca de los fosos como si fueran basura, cuando se aniquila la nobleza y jueces en los tribunales aceptan mentiras y se paga a difamadores para que calumnien con sueldos con los que podrían vivir las familias de una docena de mineros en huelga, cuando la policía de Goliat con sus cachiporras sangrientas no está en el banquillo de los acusados sino en el Cuadro de honor, cuando se deshonra nuestro pasado y se ignoran las promesas y los sacrificios con sonrisas maliciosas, cuando familias enteras comienzan a sospechar que los poderosos no escuchan razones ni argumentos, y no hay apelación posible, cuando de a poco se cae en la cuenta de que no importan las palabras que figuran en el diccionario, no importa lo que diga la reina o lo que informen los corresponsales en el parlamento, no importa el nombre que elija el sistema para enmascarar su desvergüenza y su egoísmo, cuando de a poco se cae en la cuenta de que Ellos están dispuestos a destruirnos, a destruir nuestra herencia, nuestro talento, nuestras comunidades, nuestra poesía, nuestros clubs, nuestro hogar, y si es posible, también nuestros huesos, cuando finalmente el pueblo cae en la cuenta de todo esto, puede que piense que ha llegado la hora del crimen y la venganza justa. (…) Esa visión comienza a recorrer el mundo. Los héroes vengadores aparecen en sueños y pueblan las esperanzas. Los despiadados les temen, pero yo, y tal vez tú, les damos nuestra bendicion». (Mineros, 1989).

John Berger (Londres, 1926) no necesita de muchas presentaciones: crítico de arte, escritor y pintor, gran divulgador de la cultura desde un compromiso político y social inequívoco, es un mito viviente. Cada vez que decimos adiós (Keeping a Rendez-Vous en la versión original) recopila veinticuatro de sus ensayos, publicados en varios medios y revistas entre los años setenta y noventa. En muchos de ellos Berger parte de una imagen dada, una pintura, una escultura o una fotografía, para hilvanar sus propias reflexiones sobre la sociedad, la naturaleza del cine, del teatro, de la pintura, sobre las relaciones humanas, la explotación y la lucha de clases, la Historia, la muerte, la belleza, la mierda. Berger mira al mundo de frente y nos habla de todo lo que hay en él sin remilgos y con una clarividencia a veces salvaje. Como a Terencio, nada humano le es ajeno, nada ignora su prosa poética, que arrastra al lector y se lo lleva muy lejos. Pollock, Allende, Giorgione, Turner, Esopo, Zurbarán, la capilla Scrovegni. «Viajo. Vivo los años», nos dice en la nota que abre este libro. Pero queda claro al recorrer estos escritos que Berger no sólo viaja y vive, sino que lo hace de la mejor manera posible: intensamente.
Y además se nos lleva con él.

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John Berger, Cada vez que decimos adiósJohn Berger: Cada vez que decimos adiós
Editorial: Ediciones de la Flor
Páginas: 286
Año: 1997
Traducción: Graciela Speranza