Venus de Willendorf
A lo largo del Paleolítico y ya desde época Auriñaciense (38.000 – 30.000 AP), encontramos representaciones de la figura femenina en el arte mueble y en el rupestre, ya sea en forma de grabados, relieves o esculturas de bulto redondo. Estas imágenes se extenderán desde los Pirineos franceses hasta Polonia y Siberia, siendo descubiertas a finales del siglo XIX por los padres de la arqueología. Algunas de ellas ya forman parte de nuestro imaginario colectivo, como la celebérrima Venus de Willendorf. Pero ¿qué son, en realidad, estas Venus? ¿Con qué intención fueron talladas, y por quién? Decenas de miles de años nos separan de sus secretos, pero nada nos impide repasar lo que sabemos hoy de ellas y viajar con la imaginación al momento en el que comenzó a crearse la imagen de la mujer.
Venus de Berekhat Ram
Algunos expertos han querido ver antecedentes de estas imágenes paleolíticas en fragmentos de roca de ni más ni menos que entre 200.000 y 300.000 años de antigüedad. Es el caso de las presuntas Venus de Berekhat Ram y de Tan-Tan; a falta de quórum, aún no se ha determinado si se trata de obra humana o de formas naturales que sólo un espectador generosamente dispuesto daría por esculturas.
Así que, de momento, las primeras representaciones femeninas aceptadas por la comunidad investigadora son las que nos llegan desde el Auriñaciense en forma de pinturas rupestres de vulvas. No es un caso aislado: desde esta época, proliferan las imágenes exclusivamente de órganos sexuales, tanto de hombre como de mujer.
Camarín de las vulvas, cueva de Tito Bustillo. Asturias.
No será hasta el Gravetiense, 30.000 años antes del Presente, que el modelo conocido como Venus paleolítica surgirá en varios puntos de Europa. Se trata de representaciones de pocos centímetros, en las que puede aparecer el cuerpo femenino al completo o tan sólo algunas partes de él. A menudo presenta el rostro difuminado o sin determinar, aunque muchas de estas figuras fueron decoradas con incisiones, motivos geométricos y pinturas.
Existe un tipo de Venus muy frecuente que se esculpe o pinta desnuda, con caderas, vientre, pechos y trasero exageradamente voluminosos. A este modelo se lo conoce como Venus esteatopigia, porque refleja dicho fenómeno de acumulación de grasas en zonas concretas del cuerpo, fenómeno que se puede observar en algunas etnias africanas, como entre los bosquimanos, o en algunos casos de obesidad mórbida.
Abundantes muestras de estas Venus fueron halladas sobre todo en Francia, como la Venus de Lespugue, la de Brassempouy o la Venus del Cuerno de Lausell, aunque como decíamos arriba el modelo paradigmático de Venus es el de Willendorf, Austria. Otra figura muy conocida y original por el material del que está hecha (quizás una de las primeras obras cerámicas conservadas) es la Venus de Dolní Věstonice.
Venus de Lausell
Venus de Dolní Věstonice
Ya en el Magdaleniense (15.000 – 8.000 BP), las representaciones antropomórficas femeninas se diversifican, estilizándose en modelos delgados, casi abstractos, encontrándose algunos decorados con adornos o vestidos. De esta época cabe destacar las figuras femeninas esquemáticas, mujeres vistas de perfil a las que les faltan la cabeza y los pies y que, en ocasiones, son representadas con brazos y pechos. Pertenecen al Magdaleniense inferior y son ya muy diferentes, a nivel formal, de las Venus esteatopigias.
Venus de Gönnesdorf
Un yacimiento excepcional por sus hallazgos de figuras esquemáticas es el de Gönnesdorf, en Alemania. En él se encontraron numerosas plaquetas grabadas con estas siluetas, a veces agrupadas por parejas y con un rayado sobre el cuerpo que podría querer significar ropa. En otras placas, una figura con un bulto en la espalda podría interpretarse como portadora de un bebé.
Por último, cabría destacar las Venus siberianas y las de Mezine, Ucrania, aunque las figuritas de Mezine resultan harto conceptuales como para poder considerarlas representaciones de la mujer. De hecho, su forma, similar a la de un ave, hace que los investigadores discrepen sobre la posible relación con la feminidad de estas tallas encontradas en chozas del mismo período que las esquemáticas.
Figuras de Mezine
Curiosamente y como apuntábamos al principio, a día de hoy sigue sin haber ni rastro de estas Venus en la Península Ibérica. Y digo curiosamente porque este territorio se conoce por la considerable cantidad de obras muebles y rupestres paleolíticas que han ido apareciendo desde finales del XIX, algunas de ellas de increíble factura como las pinturas de Altamira. Algunos estudiosos afirman que la animalizada Venus de las Caldas podría entrar dentro de este grupo de figuras, pero de momento esta propuesta, que rompería el vacío de Venus en la Península, no goza de consenso.
Venus de las Caldas
Volviendo a la pregunta inicial, porque seguimos igual de intrigados (o más) que cuando comenzamos este paseo milenario, ¿qué debieron simbolizar en su día estas imágenes de la mujer? Mucho se ha especulado sobre ellas: iconos de fertilidad, objetos mágicos, ídolos, representaciones del ideal de belleza del momento o de deidades femeninas… No hay manera de descubrir su función original, aunque la amplia producción de estas Venus y su difusión en un espacio tan dilatado nos hablan de su importancia dentro de las comunidades paleolíticas, así como, posiblemente, de la relevancia del papel ocupado por las mujeres dentro de estas sociedades.
Bibliografía:
- DELPORTE, H. La imagen de la mujer en el arte prehistórico. Ediciones Istmo, 1982.
- MAS CORNELLÁ, M., MENÉNDEZ FERNÁNDEZ, M., MINGO ÁLVAREZ, A. El arte en la Prehistoria. Editorial UNED, 2009.