Praxíteles, uno de los escultores más importantes de la Grecia antigua, sentó con su obra un sentido de lo estético y lo hermoso que sigue resonando, dos milenios más tarde, con el ideal de belleza occidental contemporáneo. El grupo escultórico que nos ocupa, Hermes con el niño Dionisos en brazo, está considerado como una de sus creaciones magistrales.
Esta escultura de bulto redondo en mármol blanco se halla actualmente en el Museo de Olimpia y mide poco más de dos metros sin contar la base. Ejecutada hacia el 330-320 a.C., la parte inferior de las piernas y el pie izquierdo que luce en la actualidad son reconstrucciones modernas. Se trata de una obra controvertida por las especulaciones sobre su autenticidad, que dividen al mundo académico en dos corrientes de opinión. El hecho de que Pausanias documentara su existencia en el s. II d.C. en el mismo lugar en el que fue descubierta lleva a algunos investigadores a creer que podría tratarse de la única obra original conservada de Praxíteles. Otros estudiosos creen esto poco probable y que se trata de una copia posterior.
En esta obra encontramos un resumen de los valores de la época en la que fue concebida, el siglo IV a.C., época marcada por un fuerte carácter individualista.
De esta época es la célebre cita “el hombre es la medida de todas las cosas” de Protágoras, por lo que a nivel artístico se dará una transformación conceptual que pasará de buscar la plasmación de lo solemne y divino a aquella de lo cercano y humano. Pese a seguir bajo el estilo clásico del siglo V, los dioses serán retratados ahora expresando emociones humanas en vez de irguiéndose como estandartes de lo moral, y el interés por concebir las esculturas como obras de arte y no como meros objetos de culto acompañará a una predilección por lo estético que se alzará por encima de lo religioso.
Por otro lado, en la escultura se pasará de la visión anterior, más bien frontal, a invitar al espectador a que rodee la imagen para comprenderla íntegramente, apreciando las torsiones, las relaciones entre miradas, gestos, personajes en los grupos escultóricos, etc. Este es el caso de la imagen que nos ocupa, en la que un Hermes joven, desnudo e imberbe, de pie, sujeta con su brazo izquierdo a su hermano pequeño Dionisos, que a su vez alza sus brazos y se inclina hacia él. Las miradas de ambos hermanos se encuentran y comunican con serenidad, trabando un lazo emotivo a tres bandas con el espectador y transmitiendo ternura y familiaridad.
No se han conservado atributos iconográficos del dios, si bien se cree que en su día portaba un caduceo en la mano izquierda y una corona de hiedra. La marcada musculatura del cuerpo nos lo muestra idealizado, fuerte, de constitución atlética; su postura, típica de Praxíteles y conocida como contrapposto, descansa el peso del cuerpo sobre la pierna derecha y el brazo izquierdo, que se apoya en un tronco de árbol cubierto por un drapeado que cuelga desde las piernas de Dionisos.
Esto se trata de un recurso habitual de la época para conservar la estabilidad de las esculturas sinuosas que rompen así la verticalidad y se tornan más flexibles.
Esta postura junto con la suavidad de la talla, en la que el mármol ha sido pulido a conciencia para tornarlo translúcido y dar una textura móbida a la carne, denota un claro afeminamiento en la figura de Hermes, rasgo distintivo del estilo praxiteliano. La superficie, blanda, junto a los efectos pictóricos del rostro o el naturalismo revolucionario de los pliegues de la tela sirven como argumento a los que abogan por datar la obra de una etapa posterior, si bien sus detractores entienden que Praxíteles ya tenía en su haber las cualidades técnicas y el lenguaje expresivo propio del periodo helenístico por venir, avanzándose así a su tiempo con este tratamiento sensual, sugerente y difuminado de la escultura.
Bibliografía:
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